RELATO DE LOS MUROS

Una muralla, una zanja, una alambrada: son materializaciones de un relato que se hilvana sutilmente a través de los siglos. Relato construido por la suma de voces de quienes convivieron, en un momento de la historia, con las circunstancias que motivaron su construcción. Ellos reflexionaron y escribieron sobre estas estructuras, invistiéndolas de atributos y sublimándolas por encima de su materialidad, a través de la poesía, la crónica o el periodismo.

 

Son relatos de gran subjetividad, muchas veces contradictoria o mítica, partidaria y partidista, como el incierto devenir de la historia. Y es que no son los hechos los que describen la historia de los muros, sino el relato que, como un artificio, queda de ellos. Sabemos que los muros divisorios sintomatizan el fracaso del diálogo y materializan el miedo al otro. Desconfianza que se repite en la arquitectura política de culturas de todos los tiempos. Sirva el conocido ‘Hannibal ad portas!’ como fórmula imperecedera del relato sublimado del miedo.

 

Vamos a quemar la casa es un ensayo de creación que investiga y reinterpreta estos relatos para volver a materializarlos en formato de instalación. El proyecto se centra en la búsqueda, selección y traducción libre de textos relacionados con los principales muros y barreras fronterizas levantadas durante los últimos cuatro mil años.

 

En estos breves extractos, dispares e inconexos, y entre ellos tan distantes en el tiempo y el espacio, el muro se hace presente con voz propia. El relato va revelando similitudes que permiten reconocer contextos y motivaciones comunes a las personas de todas las épocas y culturas. Que la piedra se haya convertido en alambre electrificado no cambia el ejercicio repetitivo del poder imponiendo la segregación y empujando a los pueblos a levantar barreras unos frente a otros. El muro es el punto de máxima tensión en el espacio híbrido y mestizo de la frontera. 

 

Así, el muro nos ha acompañado de forma literal y física desde Uruk hasta la actual frontera de Estados Unidos-México, Siria o Botswana. Y adaptándose a los tiempos, ha sabido también adoptar un relato virtual propio, manifestándose como muro de Facebook o como la demarcación intangible de frontera que establece el marco legal del espacio Schengen. Paradójica ironía de la era de la globalización y la hiperconectividad: mientras las mercancías y capitales circulan cada vez con mayor libertad, las personas encuentran más dificultades para transitar por el mundo.

 

Nuestra limitada perspectiva nos llevó a pensar que con la caída del muro de Berlín soplaban buenos tiempos y se abría una época de libertad. Optimismo ingenuo, pues hoy existen unos 26.000 kilómetros de muros en uso que representan cerca del 10% del total de las fronteras. Más que en ningún momento de la historia.  El miedo a la sombra de Hannibal sigue ad portas.

 

 

El proyecto Vamos a quemar la casa de Silvia Veloso forma parte de la actividad editorial del colectivo Barbarie-pensar con otros